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viernes, 17 de enero de 2020

Encuentro en San Jorge - Novela negra en África

El próximo martes 21 de enero, a las 19.00, me podréis encontrar en la Biblioteca de San Jorge/Sanduzelai. ¿Motivo? La bola extra que nos ofrecen las bibliotecas públicas de Pamplona como colofón a Pamplona Negra 2020.

Por si os apetece, que sepáis que hablaremos de distintos autores y escenarios africanos de novela negra, en un viaje desde Sudáfrica hasta Argelia e incluso un poco más arriba. No faltarán Malla Nunn, James McClure, Yasmina Khadra o Deon Meyer.

Si te interesan el género y el paisaje, te espero.



 

miércoles, 22 de enero de 2014

Novela negra sudafricana (VI)

Si un aspecto destaca en la novela negra sudafricana actual es su absoluta crueldad. En contraposición al género policíaco clásico, en el que la trama criminal suponía una excusa para el entretenimiento, existe ahora un puñado de autores en el sur de África empeñado en que sus novelas reflejen con crudeza la realidad de su país.

Si Roger Smith dibujó una salvaje historia de venganza en Diablos de polvo, si Margie Orford retrató dramáticamente la explotación sexual de las mujeres en Sudáfrica en Preciso como un reloj, la gran estrella del género en ese país, Deon Meyer, no se queda atrás con El pico del diablo, una cruel historia sobre abusos infantiles y que toca otros dramas como la prostitución y el alcoholismo.

Ya hace mucho que Ricardo Bosque, todo un gurú para estas cosas, me habló de Meyer, autor blanco que escribe sus novelas en afrikaáns y, desde entonces, le tenía echado el ojo.

Melchor se acordó hace unos días y me lo puso en el zapato.

El pico del diablo está ambientada en la Sudáfrica actual, ese país que intenta reinventarse tras décadas de apartheid y siglos de dominación blanca sobre la mayoría negra. Y esa tensión racial sobrevuela la historia, con destellos de la complicada relación jerárquica que se produce entre los viejos policías blancos y el resquemor que muestran ante la incorporación de agentes negros en virtud de la discriminación (o la afirmación) positiva.

Más allá de estos aspectos étnicos que siempre me han resultado apasionantes la novela destaca por el talento de Meyer a la hora de dosificar los distintos hilos de la trama con una presentación progresiva y agobiante de sus distintos personajes y de sus trágicas circunstancias.

Como suele ocurrir, Ricardo Bosque no se equivocó en su recomendación.

Así que seguiremos leyendo a Meyer, que intuyo que merecerá la pena.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La música del apartheid

Ayer, 5 de diciembre de 2013, murió Nelson Mandela. Muchas cosas se dirán sobre su figura y su obra estos días, y poco hay que añadir.

Hoy quiero recordar la música que, durante años, sirvió para que en el mundo se conociese la lucha de su pueblo contra el apartheid.

Desde la del cantante sudafricano Johnny Clegg, con sus bandas Juluka y Savuka...



...hasta Peter Gabriel, que recordó la tortura y muerte de Steve Biko recreada en la peli Grita Libertad...



...pasando por gente de nuestra tierra, como los hermanos Muguruza con Kortatu en su inolvidable concierto de despedida en el Anaitasuna.



 
 

lunes, 12 de agosto de 2013

Novela negra sudafricana (V)

Con esto del boom de la literatura criminal que nos llega desde el sur de África, son muchas las oportunidades que se nos brindan para descubrir autores de la tierra de Nelson Mandela.

El último que ha pasado por mis manos ha sido Roger Smith, nacido en Johannesburgo, con su potente novela Diablos de polvo. Ambientada en la actualidad, en esa Sudáfrica que ya dejó atrás el apartheid, pero que ha creado nuevas fronteras en el seno de su población, las socioeconómicas, que tan bien conocemos en el resto del mundo.

Así, esta novela nos presenta esta nueva Sudáfrica multirracial, en la que ya no son ilegales las relaciones sexuales interétnicas, pero en la que campa la corrupción y los poderosos siguen siéndolo, aferrados a las viejas tradiciones, y en la que las mujeres, también como en tantas otras partes del mundo, son meros objetos de intercambio.

Es una historia de venganza, de retorno al pasado, de resurrección de viejos fantasmas, de hasta dónde pueden llegar las personas llevadas al límite, pero también es una historia de amor y lealtad, envuelta toda ella en un mundo tan violento, en el que la vida tiene tan poco valor, que angustiará al público que solo busque un thriller entretenido con el que pasar el rato.

Porque Diablos de polvo es mucho más que un etnothriller, es un puñetazo salvaje en el estómago de quien la lea.

Por último, hay que destacar la cuidada traducción y edición de Es Pop, a la que hay que agradecer que nos haya traído este magnífico regalo en forma de literatura africana.

domingo, 12 de mayo de 2013

Novela negra sudafricana (IV)

Nacida en Swazilandia, Malla Nunn vivió su infancia en la Sudáfrica del apartheid clasificada como mestiza, siguiendo las normas de aquel formidable y paranoico aparato burocrático-policial que segregaba a las personas en función de su color de piel.

Afincada en Australia desde la década de los 70, aquellas vivencias infantiles quedan reflejadas en su obra literaria. Así, en Un hermoso lugar para morir, novela ambientada en la Sudáfrica de los años 50 en los que la Ley de Inmoralidad prohibía las relaciones sexuales interraciales, la mezcla (o no mezcla) entre razas es el detonante del asesinato del comisario de policía afrikáner de una pequeña localidad rural fronteriza con el Mozambique colonial portugués.

Emmanuel Cooper, agente de la Policía Judicial, es asignado al caso y, a través de sus investigaciones, conoceremos de primera mano las intrincadas relaciones entre las comunidades bóer, inglesa, zulú e incluso judía del país.

Este policía, veterano desquiciado de la Segunda Guerra Mundial, es todo un descubrimiento (los pasajes en los que se le meten en la cabeza las órdenes y broncas del sargento escocés a cuyas órdenes sirvió en Europa son geniales), y podemos seguir sus andanzas en la segunda entrega de la serie, también editada por Siruela, Que los muertos descansen en paz.

Así pues, nos encontramos ante otro gran ejemplo de la novela negra sudafricana, tan en boga en los últimos tiempos.

Malla Nunn, fotografiada por Jacky Ghossein


 

martes, 16 de octubre de 2012

Novela negra sudafricana (III)

Hasta 1916, Namibia fue conocida como el África Sudoccidental Alemana. Ese año, en el curso de la Primera Guerra Mundial, las tropas del general sudafricano Jan Smuts ocuparon el territorio. La Sociedad de Naciones y, posteriormente, la ONU, confirmaron el mandato sudafricano sobre la antigua colonia alemana.

En los años 60, las Naciones Unidas ordenaron al gobierno de Pretoria la descolonización de Namibia, orden que Sudáfrica desoyó, anexionándose el país, hasta que, en 1990, y ya en los albores de la caída del apartheid, se proclamó la independencia.

Fue en esa Namibia ocupada en la que la londinense Margie Orford fue criada. Activista antiapartheid, fue perseguida por el régimen segregacionista sudafricano. Parte de sus actuaciones se centraron en la denuncia de la explotación sexual de mujeres en el sur de África, eje central de la novela Preciso como un reloj, publicada en España en 2009 por Roca Editorial.

Muchas veces vemos la novela negra como divertimento, como ejercicio mental en el que resolver un misterio y disfrutar de personajes socarrones y cínicos y de una literatura mejor o peor elaborada.

Ese tópico se desmonta en esta novela, desasosegante y dramática, que describe crudamente las redes de prostitución y pornografía infantil de la Sudáfrica post-apartheid. Superadas tantas décadas de racismo institucionalizado, el país se ha convertido en una nación multirracial y democrática, pero acosada también por las desigualdades socioeconómicas y la corrupción.

Llama la atención cómo la autora elude etiquetar a sus personajes en función del color de su piel, pero también critica veladamente el distinto modo en el que se dedican recursos a la investigación de una serie de asesinatos cuando las víctimas son adolescentes de apellidos europeos.

Preciso como un reloj es un espejo de esa Ciudad del Cabo actual, cosmopolita, imán para la inmigración del resto de África. Esta nueva Sudáfrica multiétnica queda reflejada en las complejas relaciones que se establecen entre un inspector de origen indomusulmán, Riedwaan Faizal, y Clare Hart, periodista y asesora de la policía, de raza blanca.

Margie Orford se constituye, pues, en un referente ineludible de esa emergente literatura negra sudafricana, junto a nombres consagrados comos los de Deon Meyer y James McClure, al que homenajea apellidando Swanepoel a una de las víctimas, igual que el niño chivato y aficionado a la investigación policial de El leopardo de la medianoche.

Margie, fotografiada por Brooke Fasani
 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Novela negra sudafricana (I)

El verano suele ser buena época para hincarle el ojo a todas esas lecturas retrasadas o recomendadas que se te han ido acumulando en la estantería.

Entre tantas sugerencias no me suelen faltar novelas islandesas, suecas o noruegas, pero uno ya está un poco cansado de nombres de calles llenos de consonantes, de nieve y de circulicos encima de la letra A.

Así que este verano, y haciendo caso de Ricardo Bosque, he cambiado de hemisferio y he saltado al cono sur africano.

La literatura sudafricana es mundialmente conocida por sus recientes premios Nobel Coetzee y Gordimer. Pero las figuras que llaman la atención de los amantes del género negro son James McClure, Deon Meyer, Roger Smith, Margie Orford y el zimbabwoescocés Alexander MacCall Smith.

James McClure nació en Pietermaritzburg en 1939 y falleció en Inglaterra en 2006. Periodista de profesión, abandonó su Sudáfrica natal como muchos otros blancos opositores al apartheid. En su exilio británico concibió a la pareja de policías formada por el afrikáner Tromp Kramer y el bantú Mickey Zondi. Policía blanco y policía negro que se dedican a investigar crímenes en la Sudáfrica de la segregación racial de los años 60 y 70.

Aparte de las elaboradas tramas, del ritmo y originalidad de su prosa (rondando a veces lo sobrenatural), sus novelas conforman una fotografía fiel de aquel régimen político que clasificaba a las personas según su color de piel, un régimen obsesionado por la diferencia, no solo entre blancos y negros, sino entre xhosas y zulúes, entre mestizos e indios, entre boérs e ingleses. Así, McClure no duda en retratar con fidelidad los contrastes dentro de la propia minoría blanca, con una población afrikáner rural, algo bruta, ferviente seguidora de la Iglesia Luterana Reformada Holandesa, autoencomendada con la sagrada tarea de civilizar el sur de África, y una población anglófona, intelectual y urbana, y tan racista como los viejos boérs.

Aun así, por encima de los odios raciales, McClure consigue establecer un vínculo de complicidad y camaradería entre Kramer y su cafre Zondi, conformando una de las mejores parejas negroliterarias con las que me he encontrado nunca.

Actualmente, están disponibles en castellano La Canción del Perro (Ed. Reino de Cordelia), última novela escrita por McClure pero en cierto modo la primera de la saga, y la excelente y descarnada El leopardo de la medianoche (Ed. Funambulista). Ambas, por supuesto, más que recomendables para amantes del etnothriller.

 

sábado, 12 de mayo de 2012

Grita Libertad (Cry Freedom)

Hubo un tiempo en el que los granos amenazaban mi cara y los guetos sudafricanos copaban la actualidad de la sección internacional del Diario de Navarra. Uno, tres, diez, quince, eran los sudafricanos negros muertos que cada día anunciaban los titulares. Y pocas eran las víctimas que alcanzaban la mayoría de edad.

Hoy hemos olvidado aquel horror. Incluso ellos lo han olvidado o, al menos, lo han intentado, tanto víctimas como verdugos.

Ayer, en un intento por recuperar mi inglés oxidado, vi Cry Freedom, Grita Libertad, la peli espléndida de Richard Attenboroug, autor también de Gandhi, ya comentada en este blog.

Y no alcanzo a comprender, aunque admiro, el éxito del proceso de reconciliación que ha vivido ese país. Porque, aunque el estatus económico les siga separando, Sudáfrica es ya, al menos, un país gobernado a golpe de voto, y no a golpe de color de piel.

Quizás, algún día, en este rinconcito entre el Ebro y el Adour, consigamos un día entendernos o, al menos, soportarnos.

Para tomar nota y no perpetuar tantos tiempos de odio, aquí os dejo el trailer de la peli protagonizada por Kevin Kline y Denzel Washington.

Que, por cierto, y curiosamente, fue rodada en el Zimbabwe post-rhodesiano.








viernes, 9 de diciembre de 2011

Más sobre Johnny Clegg

El otro día comentaba que la música de Johnny Clegg revolotea en torno a Beautiful Rhodesia. Pero si existe una figura que sobrevuela la novela, ésa es la de Nelson Mandela.

Sobrecoge ver la sonrisa perenne de este gigante físico y moral, capaz de reconciliar a su pueblo por encima de razas después de años de cárcel, muerte y apartheid, algo que no consiguió Robert Mugabe en Zimbabwe.

Por cierto, en nuestra tierra podríamos aprender mucho de este hombre sobre perdón y reconciliación.



Asimbonanga (No lo he visto)
Asimbonang 'uMandela thina (No hemos visto a Mandela)
Laph'ekhona
(En el lugar donde se encuentra)
Laph'ehleli Khona (En el lugar en que se encuentra)

martes, 6 de diciembre de 2011

Beautiful Rhodesia. Banda sonora


Andaba esta mañana escuchando una entrevista a un novelista de cierto éxito que, por cierto, no era manco al defender las excelencias de su libro, cuando le han preguntado sobre cuál podría ser la banda sonora de su novela. Ha reflexionado unos instantes y, como quien no quiere la cosa, ha hablado de no sé qué canción.

Yo también tengo preparada la respuesta a esa pregunta, desde el mismo momento en que empecé a escribir Beautiful Rhodesia.

Sin duda.

Johnny Clegg, gran músico sudafricano y tremendo activista antiapartheid.

Y su Scatterlings of Africa, esos vagabundos de África.